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La atribución causal, uno de los grandes problemas en las relaciones humanas


Las personas tendemos a buscar explicaciones a un sinfín de sucesos en nuestro día a día, especialmente ante situaciones inesperadas y/o con consecuencias negativas, y sin ser conscientes de ello en la gran mayoría de las ocasiones, aunque esas explicaciones que encontramos no siempre son lo más acertadas.

Sirva de ejemplo, el de una pareja, Mario y Patricia, recién peleada, en la que ambos llegan al acuerdo de darse un tiempo para pensar, por lo que Patricia decide irse a casa de sus padres. Durante la separación, Mario escribe mensajes de texto a Patricia a diario para saber cómo le va y, cuando ésta no responde en poco tiempo, Mario comienza a mirar continuamente el móvil para saber si está en línea, y comienza a pensar que no le valora y que ya no quiere saber de él, lo que le enfurece y hace escribir un mensaje a Patricia reprochándola todo lo que él ha hecho por ella, y lo mal que ella se lo paga. Al poco, Patricia contesta a Mario a la defensiva diciéndole que nadie le había pedido que hiciera nada, entrando así, en una dinámica de reproches que, lejos de facilitar la toma de decisiones sobre la continuidad de la pareja, aumentan el malestar entre ambos por una situación inventada, puesto que el motivo de no responder en el momento fue que estaba en una reunión de trabajo.

Encontrar las causas de los sucesos inesperados que nos acontecen, nos da la sensación de tener control sobre ellos, lo que nos aporta a su vez seguridad. Sin embargo, el problema es que, a la hora de buscar dichas causas o explicaciones, cometemos errores que nos conducen a conflictos que no existían, ya que, dichas conclusiones, nos generan unas emociones (como orgullo, culpa, vergüenza, desesperanza, alegría o ira) y unos pensamientos (como pensar que los demás son los responsables de nuestro estado emocional o de nuestros problemas, pensar que cada uno merece lo que tiene o pensar que nuestros éxitos son cosa nuestra pero los fracasos son debidos a los demás). Esta amalgama de emociones y pensamientos nos causan malestar y nos llevan a actuar, pasivamente o activamente, ante lo que creemos que es el origen del problema, cuando ni siquiera existe tal problema.

Así, muchos de nuestros problemas con amistades, pareja, padres, hijos, vecinos y demás personas con las que nos relacionamos, los generamos nosotros mismos, debido a errores que cometemos cuando tratamos de explicar el comportamiento propio o de los demás.

Piensen también, cuando se fracasa en alguna empresa personal y/o profesional o se tiene algún fallo, como se tratan de justificar los actos propios, o de otros, que condujeron al fallo. Es decir, con nuestras atribuciones tratamos de controlar las explicaciones de otras personas, mostrar una mejor imagen de uno mismo ante los demás, mejorar la autoestima y predecir el funcionamiento de nosotros mismos, del mundo y de los demás. Por lo que, la importancia de estos errores atributivos en la generación o mantenimiento de los problemas interpersonales va mucho más allá de los problemas cotidianos como el mencionado anteriormente, pues tienen una importante influencia en situaciones de gran transcendencia y alarma social. Piensen en la importancia de las atribuciones causales en casos de violencia de género, o en casos de agresión sexual, en los que, las atribuciones externas pueden servirle al agresor para hacerse la victima e infundir sentimientos de culpa en la verdadera víctima, quien acabaría haciendo atribuciones internas, convirtiéndose así en la causa, cuando no lo es.

Si bien, como hemos visto, las atribuciones cumplen su función adaptativa, es necesario conocer los errores atributivos que nos pueden llevar a problemas autogenerados. Para corregir estos errores resulta fundamental, antes de nada, ser conscientes de ellos. Veamos a continuación algunos de ellos y algunas pautas para no caer en los mismos.

El “error fundamental de atribución”, que es una tendencia a subestimar la influencia de factores contextuales y sobreestimar los factores personales cuando tratamos de explicar la conducta, y el “efecto actor-observador”, muy ligado al anterior, que consiste en la tendencia de las personas a atribuir la conducta de los demás, sobre todo cuando sus consecuencias son negativas, exclusivamente a características personales y la propia conducta a factores externos, son dos trampas mentales que nos originan múltiples conflictos con los demás. En psicología, se habla de locus de causalidad para hacer referencia a la localización que otorgamos a la causa de un comportamiento. Podemos situar las causas de un comportamiento en un locus de causalidad interno, esto es, la causa del comportamiento se debe a características de la persona que realiza el comportamiento (v.g. intención o capacidad) o se puede situar en un locus de causalidad externo, es decir, el comportamiento se debe a la situación o ambiente (v. g. dificultad de la tarea o suerte). Así, en el ejemplo de la pareja, el marido atribuye la causa del comportamiento de su mujer a su disposición o intención de dejar la relación (locus interno), en lugar de considerar otras causas de origen situacional, como estar en un lugar en que no puede ponerse a escribir (locus externo), que es la atribución causal que realiza la mujer. Así solemos atribuir los actos de los demás a sus intenciones, las cuales podemos colorear según nuestras actitudes como malas intenciones o buenas intenciones afectando a nuestra respuesta.

Para evitar caer en estos errores conviene darse cuenta de cuándo estamos buscando explicaciones a las conductas de otros y, en su caso, buscar en la situación las causas alternativas que puedan estar llevando a actuar a la otra persona como lo hace, y ser empático, poniéndose en el lugar del otro. Huelga añadir, que hay que ser conscientes de que esos juicios de valor colorean las causas atribuidas, es decir, que cambian el peso que se otorga a la persona o la situación como responsables de la acción. Cuando responsabilices de cómo te sientes a otra persona, piensa que tú eres el último responsable de cómo te sientes, pues tienes la posibilidad de elegir la causa del comportamiento del otro que menos malestar te genere.

¿Qué le hubiera causado menor malestar a Mario, pensar que ya no le quiere su pareja o pensar que estará ocupada y ya contestará?


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