EL CUENTO DE LAS EMOCIONES

Quisiera presentaros a mis amigos. Llevan conmigo desde mi más tierna infancia y me siguen acompañando dentro de mí en cada momento, posiblemente tú también los conozcas.
Al poco de nacer, conocí a Dolor, un chico rudo y frío, y a Placer, su hermano gemelo que era todo comprensión y calor. Los dos hermanos, con quienes jugaba cada día en la puerta de mi hogar, me enseñaron todo lo que sé.
Con Dolor aprendí a estar sólo conmigo mismo, me mostró el sufrimiento que produce el rechazo y la soledad. Con placer todo eran risas y bienestar, así que nunca me quería separar de él, pero para estar con Placer debía estar también con Dolor, con quien me sentía tan vacío y sólo que no me gustaba y rehuía su compañía.
Más tarde, Dolor me presentó a Miedo, un niño de la calle, sin hogar, que conocía muy bien todo el barrio. Miedo me mostró distintos caminos para ir a casa de Placer sin pasar por donde estuviera Dolor, el problema era que llegaba hasta donde Placer pero me mantenía en la distancia y en silencio para no despertar a Dolor, que yacía a su lado, por lo que nunca podía jugar con Placer usando los caminos alternativos por los que me llevaba Miedo.
En una de esas ocasiones en las que me dirigía, guiado por Miedo, hacia la casa de Placer, conocí a Tristeza, una chica que vivía sola, apenas hablaba, a no ser que fuera de dolor y se mostraba siempre sin ganas de nada y pesimista. Tristeza me hacía verme incapaz de llegar a Placer pero, a su vez, era mi consuelo cuando no llegaba a jugar con Placer, porque parecía comprenderme, entendía mi sufrimiento y soledad, pero no me aportaba nada para llegar hasta Placer.
A la vez que a Tristeza, conocí también a su prima Rabia, una chica testaruda y hostil, que me enseñó a arremeter contra todo aquel que se interpusiera en mi camino hacia Placer. Cada vez que intentaba alejar a Dolor por la fuerza o a gritos, para llegar a Placer, éste se iba con su hermano Dolor para consolarle, por lo que nunca conseguí, por la fuerza, Jugar con Placer, pues a éste no le gustaba la violencia ni los gritos.
Durante años hice caso de Miedo, buscando caminos alternativos, hice caso de Tristeza, quedándome en casa con ella, hice caso de Rabia, gritando y exigiendo al mundo llegar a Placer, hasta que me di cuenta de que por evitar a Dolor, haciendo caso de Miedo, Tristeza y Rabia, dejé de estar con Placer.
Entonces decidí abrirme al Dolor para llegar a mi anhelado Placer y recorrer el camino aunque no le guste a Miedo, o aunque a Tristeza le apetezca quedarse en casa conmigo, o a pesar de que Rabia me acompañe arremetiendo contra mí.
NO IMPORTA LO QUE SIENTAS O PIENSES SOBRE EL CAMINO A SEGUIR HOY SINO LO QUE HAGAS PARA LLEGAR A DÓNDE QUIERES ESTAR MAÑANA