DIVORCIO Y RUPTURA DEL VÍNCULO FILIO-PARENTAL VÍA NO INTENCIONAL: PARENTIFICACIÓN DE MUSSETTO
Actualizado: 25 sept 2020

El divorcio supone una situación estresante para la pareja pero se torna en potencialmente traumática para los hijos cuando dicha ruptura no se gestiona adecuadamente. Los padres en proceso de separación se enfrentan a un cambio en sus vidas que requiere una enorme adaptación económica, social, laboral y personal que resta recursos para la crianza de los hijos en un momento vital en el que más necesitan a sus padres.
Una mala gestión de la ruptura puede dar lugar a distintos fenómenos como la sobrecarga, la ilusión de reconciliación o la alienación parental que afectan negativamente a la adaptación y al desarrollo de los hijos, en especial el último fenómeno, la alienación parental, que se traduce en el rechazo de un hijo respecto a uno de sus progenitores sin justificación lógica y objetiva. Está ruptura del vínculo puede llevarse a cabo por dinámicas familiares inconscientes o por dinámicas conscientes y consistentes en una campaña de denigración hacia un progenitor por parte del otro para poner al hijo en contra del primero.
A la Alienación Parental subyace una triangulación del hijo o posicionamiento de este en el conflicto inter-parental, triangulación a la que se puede llegar por la vía inconsciente mediante “sobrecarga emocional” de los hijos tras el divorcio o conscientemente mediante la instrumentalización del menor.
La sobrecarga hace referencia a la delegación de responsabilidades en los hijos cuya asunción no están preparados psicológica ni evolutivamente. Existen distintas formas de sobrecarga, emplearlos de arma arrojadiza o de paño de lágrimas, la judicialización del conflicto, dificultar el contacto con el otro progenitor, que pueden conducir, inconsciente o conscientemente, a la ruptura del vínculo, aunque en este caso nos centraremos en una forma inconsciente de sobrecarga denominada Parentificación de Mussetto, que suele ocurrir cuando uno de los progenitores tras el divorcio es incapaz de mantenerse psicológicamente estable y, en consecuencia, el hijo se ve en la obligación de llenar su soledad, calmar su tristeza o ayudarle a afrontar la situación, de forma que el niño se convierte en el PADRE del PADRE. El niño se identifica con el progenitor que manifiesta mayores dificultades, responsabilizándose de cuidar a nivel emocional de sí mismo y de éste, quien se hace dependiente del niño. Este tipo de sobrecarga repercute inmediatamente en un rechazo y odio al otro progenitor, algo que afecta al desarrollo normalizado del menor.
Hay que tener claro que crecer rechazando a un progenitor tiene consecuencias negativas a todos los niveles (alteraciones emocionales, problemas de conducta, promiscuidad, delincuencia, adicciones, bajo rendimiento laboral y escolar, dificultades en las relaciones con la autoridad y con iguales…) y cuya gravedad depende de las causas que hayan generado ese rechazo, siendo más graves cuando se ha instrumentalizado al menor en conflicto de pareja para odiar al otro progenitor.
Cuando existe instrumentalización, la situación se convierte en una forma de maltrato, de abuso, ya que mediante manipulaciones conscientes se busca cambiar el patrón de sentimientos, pensamientos y conducta del hijo para odiar al otro progenitor causando un daño psicológico que puede permanecer a lo largo de toda la vida. El progenitor puede interferir en el vínculo parento-filial sin importarle el método a emplear, impidiendo el acceso y contacto entre el otro progenitor y el hijo, que puede ir de lo más sutil y benévolo, como no estar en el momento de la recogida, hasta el más cruel, como el denunciar un falso maltrato o abuso sexual, pasando por otros métodos como el abandono de la localidad, impedir el contacto telefónico, transmitir al menor inseguridad, miedo o tensión respecto al contacto con el otro progenitor, mantener una campaña de denigración del otro progenitor y su entorno…. La alienación parental es un tema complejo que excede el propósito de este post y lo reservaremos para el próximo post.
Para evitar la parentificación del menor es necesario no mostrarse débil ni como una víctima ante el niño, y disimular los sentimientos negativos (rencor, culpa, frustración, depresión, ansiedad, miedo...) por el buen desarrollo del menor.